Mi princesita se hace mayor...

Lilypie Third Birthday tickers

viernes, 8 de abril de 2011

La angustia de la separación



En el blog de Maria, "Mi pequeño koala", se trata del tema de la angustia por la separación de la madre y el bebé, podeis leer su publicación AQUI.
Precisamente es un tema sobre el que venia reflexionando hace dias, pero por falta de tiempo entre otras cosas no habia podido escribir, asi que aprovecho su iniciativa para hacerlo.

Cuando se habla de la angustia por la separación, automaticamente pensamos en el niño: todos tenemos en mente imágenes de niños y bebés llorando en la puerta de las guarderia y colegios, y es bien conocida la situación de la mamá que tras el fin de la baja maternal o la excedencia, vuelve al trabajo mientras su bebé se queda llorando con la canguro porque no quiere que se vaya. Pero no es solo el niño quien sufre esa angustia, la mamá también la padece, aunque no lo demuestre llorando...
Desde que nació mi hija, no nos hemos separado para nada, tan solo algunas horas para dormir, pero estando siempre las dos en la misma casa, como mucho ella estaba en otra habitación con su papi mientras yo descansaba o me daba una ducha... Si hemos tenido que ir a algun sitio, hemos ido los 3, o se ha ido papá mientras nosotras 2 nos quedabamos en casa.
Familiares y amigos han venido a vernos a casa y hemos ido de visita a sus casas, pero siempre juntos. Mi madre se ha ofrecido en más de una ocasión a quedarse con la peque para lo que necesitemos, desde que nos pueda pasar cualquier cosa a simplemente que nos apetezca ir al cine, por ejemplo. El otro dia me trajo un descuento para ir al teatro, que si no he entendido mal es hasta mayo y te regalan la segunda entrada. A mi me gusta mucho tanto el cine como el teatro, y no he ido desde que nació mi pequeña, porque a ella aun no la puedo llevar. Lo primero que me vino a la mente fue: ¿como vamos a ir al teatro sin ella? y no se como explicarlo, pero la idea de separarnos hace que se me forme un nudo en el estómago.
Mi madre sabe mucho sobre bebés, no solo por habernos criado a mi hermana y a mi sino porque ha estudiado sobre el tema y ha trabajado muchos años cuidandolos, asi que sé que cuidaria bien a Gala, además la quiere con locura, después de mi y de papá seria la primera persona a la que se la dejaria. Pero hay "algo" dentro de mi, que me dice que no me separe de mi niña, es como una sensación de angustia, de nervios, de malestar...  Lo que me hace pensar, si me tengo que separar de ella porque no queda mas remedio (enfermedad, trabajo...) lo hare, pero ¿por "gusto"?, no lo tengo tan claro. Se supone que sales para divertirte, pasarlo bien... pero si te vas con un nudo en el estómago, con una sensación de angustia y ansiedad... ¿merece la pena?
 Mi niña está muy apegada a mi, soy su referencia para todo. Cuando estamos juntas está feliz, tranquila, segura... cuando interactuamos con otras personas siempre busca mi mirada, incluso antes de sonreirles, si yo sonrio y entiende que son "amigos" se relaja, aunque a veces extraña, pero mi presencia le resulta siempre tranquilizadora. Ultimamente parece que está en una fase en la que extraña a los que no son de casa, incluso se pone a llorar solo con ver a algunas personas, y lo unico que la consuela es que yo la coja en brazos. Esto me hace preguntarme, ¿si yo que soy adulta, que puedo entender las cosas, me siento tan mal al pensar en separarnos, como podria sentirse ella si de pronto ve que no estoy, que llora y no vengo, que me he ido de su lado de pronto, despues de 5 meses juntas y sin poder explicarselo, sin que pueda preguntar o razonar el porque? ¿Y si se pone a llorar, o extraña a las personas con las que la deje y yo no estoy para tranquilizarla? Me rompe el corazón imaginar a mi chiquitina, sintiendo mi ausencia y no sabiendo que hacer para remediar la situación.
No soy muy partidaria de las teorias sobre la crianza, creo que hay que confiar en el instinto que tenemos los padres, pero en esta ocasión, me siento identificada con  un artículo del Dr. Carlos González, que precisamente trata sobre el tema de la angustia de la separación y en el que explica precisamente, que a pesar de lo que pueda parecer la sufren tanto la madre como el bebé. Podeis leer el articulo entero AQUI. Yo os dejo una parte a continuación:

La relación entre madre e hijo es especial; y durante los primeros años la separación es dolorosa para ambos. Bueno, no sé si la separación deja alguna vez de ser dolorosa para la madre…
¿Por qué siempre “madre e hijo”? No, no estoy olvidando el importante papel del padre, ni mucho menos participando en una oscura conspiración para mantener a las mujeres en sus casas.
Para hablar con absoluta propiedad, cada niño establece una relación especial con una “figura de apego primario”. Esa figura puede ser el padre, la abuela, o hasta la monjita del orfanato. Pero en todo caso sólo es una, y casi siempre es la madre. Como “figura de  apego primario” es largo y feo, en lo sucesivo diré simplemente “madre”.
A partir de su relación con la madre, el niño establecerá más adelante otras relaciones con otras figuras de apego secundarias: padre, abuelos, hermanos, amigos, maestros, novio, compañeros de trabajo, jefes, cónyuge, hijos… Cuanto más sólida y segura es la relación con la madre, más sólidas y seguras serán las demás relaciones que el individuo establezca a lo largo de su vida.
Esta relación entre madre e hijo se mantiene por una serie de conductas de apego instintivas, tanto en una como en otro.
La conducta del recién nacido es completamente instintiva, aunque con el tiempo va aprendiendo a modificarla en el sentido que marcan las pautas sociales. La conducta de la madre es en gran parte aprendida; pero por debajo siguen estando unos sólidos instintos. No cuida usted a sus hijos porque se lo hayan explicado en el curso de preparación al parto, ni porque se lo inculcaran en el colegio, ni porque lo recomienden en revistas como ésta… hace millones de años, las mujeres (o lo que había antes) ya cuidaban a sus hijos, y la prueba es que todavía estamos aquí.
Ningún niño puede sobrevivir si alguien no le cuida, protege y alimenta durante largos años, con infinita dedicación e infinita paciencia.
Habitualmente, las creencias, costumbres y normas sociales van en el mismo sentido que el instinto, y no hacen más que matizarlo o encauzarlo. Pero cuando las normas nos obligan a vivir en contra de nuestros instintos surge un conflicto.
Si alguna vez, en el cuidado de su hijo, se ha sorprendido a sí misma pensando algo así como: “Se me parte el corazón, pero hay que hacerlo”, o “Pobrecito, qué pena da, pero es por su bien”, probablemente es que está usted luchando contra sus más íntimos deseos.
Los niños pequeños no pueden consolarse con ese tipo de razonamientos. Sencillamente, cuando su instinto va por un lado y el mundo por otro, se enfadan muchísimo.
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La reacción a la separación
Tanto la madre como el niño muestran, decíamos, una conducta de apego, una serie de actividades tendentes a mantener el contacto.
* La conducta de apego de la madre consiste en acercarse a su hijo, tomarlo en brazos, hablarle, hacerle carantoñas…
* La conducta de apego del niño, al principio, consiste en llorar y protestar. Más adelante podrá gatear o caminar hacia su madre.
Funciona por el mismo mecanismo que la conducta alimentaria: cuando necesitamos comida tenemos una sensación desagradable, el hambre, que nos mueve a comer, y cuando comemos esa sensación desaparece y nos encontramos bien. Pues cuando madre e hijo se separan se sienten mal; el niño llora y la madre le busca. Cuando vuelven a encontrarse desaparece aquel malestar; madre e hijo se tranquilizan y dejan de llorar.
Cuando nuestras felices antepasadas sentían la necesidad de acercarse a su hijo, simplemente se acercaban. Probablemente sólo estaban separadas de sus hijos de forma ocasional y accidental. Aún hoy, una gran parte de las madres del mundo llevan a su hijo a la espalda durante todo el día, y luego duermen a su lado durante toda la noche.
Las madres occidentales, y no sólo cuando trabajan fuera de casa, tienen muchas más oportunidades para experimentar la ansiedad de la separación. En algunos ambientes, la madre que pasa mucho rato con su hijo es criticada; se insiste en que reserve tiempo para sí misma, para su marido, para actividades sociales (en las que, por supuesto, llevar a un bebé sería de muy mal gusto).
La ansiedad de la madre que debe separarse de su hijo durante unas horas, para ir al teatro o al restaurante, es un tema habitual de las telecomedias: los complejos preparativos, las inacabables instrucciones a la canguro, las llamadas telefónicas, el precipitado regreso…
La reacción del bebé, por su parte, no está en principio mediada por factores culturales. El recién nacido se comporta igual ahora que hace un millón de años. Pero los niños aprenden pronto, y adaptan su conducta a las respuestas del entorno. Por ejemplo, un bebé al que sistemáticamente se ignora, al que nadie coge en brazos cuando llora, acaba por no llorar. No es que se esté acostumbrando, ni que haya aprendido a entretenerse solo, ni que se le haya pasado el enfado; en realidad, se ha rendido, se ha dejado llevar por la desesperación.

La intensidad de la respuesta a la separación depende de muchos factores:
1- La edad del niño. Los menores de 3 años toleran mal las separaciones; los mayores de 5 años suelen tolerarlas bien.
2- La duración de la separación. Las separaciones prolongadas (varios días seguidos sin ver a la madre) pueden producir un grave trastorno mental, el hospitalismo (así llamado porque era frecuente en niños hospitalizados cuando no se permitían las visitas), caracterizado por depresión y desapego afectivo.
Basta con una separación muy breve para desencadenar una conducta específica (“salgo un minuto de la habitación y se pone a llorar como si le estuvieran matando”).
El método habitual en psicología para valorar la relación madre hijo, alrededor del año de edad, es el llamado “test de la situación extraña”. Consiste, básicamente, en que la madre salga de la habitación en la que está con su hijo mientras éste está distraído, dejándolo en compañía de una desconocida, permanezca fuera de la habitación tres minutos, y vuelva a entrar.
* El niño con un apego seguro, en cuanto nota la ausencia de la madre, la busca con la mirada, se dirige hacia la puerta, con frecuencia llora. Cuando la madre vuelve a entrar la saluda, se acerca a ella, se tranquiliza rápidamente y sigue jugando.
* Los niños con un apego inseguro o ansioso se clasifican en dos grupos: elusivos o evitantes (parecen tranquilos mientras la madre no está, y la ignoran deliberadamente cuando vuelve, disimulando su propia ansiedad) y resistentes o ambivalentes (se alteran cuando la madre no está, pero cuando vuelve se muestran agresivos con ella y tardan mucho en volver a la normalidad).
Mucha gente confunde fatalmente los síntomas: llaman “caprichoso” o “enmadrado” al niño que tiene una relación normal con su madre, mientras que elogian al que muestra un apego ansioso elusivo: “se queda con cualquiera”, “no molesta”, “se entretiene solo”…
Una separación de sólo tres minutos ya tiene un efecto claro, y la respuesta depende de la relación previa con la madre; de si el niño está acostumbrado a que le atiendan y le hagan caso, o a que le ignoren, o a que le riñan.
Las separaciones más largas y repetidas producen una reacción más intensa. Incluso los niños con un apego seguro pueden mostrar conductas evitantes o ambivalentes cuando la madre vuelve del trabajo. Pueden ignorarla, negándole el saludo y la mirada; o bien colgarse de ella como una lapa y exigir constante atención, o incluso mostrarse agresivos.
Es muy probable que alternen las tres conductas en rápida sucesión. Es importante que los padres comprendan y reconozcan que estas conductas son normales. No hay que tomárselo como algo personal, su hijo no ha dejado de quererla ni nada por el estilo. No está enfadado contra usted; está enfadado por su ausencia. Enfadarse con él, devolver el desdén con desdén o la ira con ira, intentar técnicas educativas para modificar la conducta del niño, no es más que una pérdida de tiempo. Ya que puede estar pocas horas con él, al menos dedique esas horas a prestarle atención y cariño, a demostrarle que le sigue queriendo igual aunque él esté enfadado. Tómelo en brazos, cómaselo a besos, juege con él, recarguen baterías antes de la próxima separación.
3.- La frecuencia de las separaciones. Tras una primera experiencia, el niño parece desconfiado, exige atención constante, como si vigilase a la madre temiendo que se vuelva a ir, y puede reaccionar aún peor la próxima vez.
4.- La persona que sustituya a la madre. Si es alguien a quien el niño conoce bien, que le presta atención y le trata con cariño, como el padre o la abuela, el niño puede soportar bastante bien unas horas de ausencia de la madre.
5.- La calidad de la relación previa con la madre. Entre los menores de tres años, los que tienen una mejor relación con la madre son los que más parecen sufrir con la separación; en el otro extremo, los niños desatendidos hasta bordear el abandono apenas reaccionan cuando su madre se va. Un observador muy superficial puede pensar que el niño está “tranquilo”, o incluso “feliz”; en realidad, lo que ocurre es que está tan mal que ya no puede estar peor; no pierde nada cuando se va su madre, y por tanto no le importa. Por desgracia, las madres escuchan a veces consejos como “no lo cojas en brazos, no le des el pecho, no juegues tanto con él… si se acostumbra, sufrirá más cuando tengas que volver a trabajar”. Pero así el sufrimiento es mayor, y desde el primer día; lo único que disminuye es la manifestación externa de ese sufrimiento. No, al contrario, dele a su hijo todo el cariño y todo el contacto físico que pueda, durante todo el tiempo que pueda. Que tenga el mejor comienzo.
Después de los tres años, y sobre todo de los cinco, ese buen comienzo da frutos manifiestos. Son entonces los niños que habían tenido una relación más intensa con su madre, más brazos, más contacto, más juegos, los que mejor se adaptan a la separación. Porque el cariño ilimitado de los primeros años les ha dado la confianza en sí mismos y en el mundo que necesitan para iniciar el camino de la independencia. Ahora sí que están contentos en la escuela, y es verdadera felicidad y no simple apatía, una felicidad basada en la seguridad de que su madre volverá y les seguirá queriendo.
La conducta de apego (el llanto y las protestas del niño separado de su madre) tiene un valor adaptativo.
Es decir, a lo largo de millones de años, ha tenido un efecto, mantener juntos a la madre y a su hijo, efecto que ha favorecido la supervivencia de los niños y por tanto de los genes que regulan dicha conducta. Cuando la conducta de apego alcanza su efecto se refuerza; es decir, se repite con mayor intensidad y frecuencia. Cuando no produce efecto se debilita y puede llegar a extinguirse. El primer día que usted vaya a trabajar, será probablemente la separación más larga de su hijo desde que nació.
Hasta ahora, cuando él se encontraba solo, lloraba, y alguien aparecía en pocos minutos y le cogía en brazos; normalmente usted, a veces papá o abuela. Si el niño no se consolaba en pocos minutos con otra persona, usted siempre acaba por aparecer, tal vez tardaba media hora si había salido a comprar…
Pero hoy, haga lo que haga su hijo, usted no volverá en ocho o diez horas. En el mejor de los casos, si está con la abuela o con otra persona que le puede prestar atención exclusiva, esa persona vendrá a consolarle en pocos minutos. Si está en una guardería puede llorar durante mucho rato sin que nadie le coja en brazos; la cuidadora tiene ocho niños y sólo dos brazos.
Los primeros días puede que su hijo llore bastante. Pero su llanto no tiene la respuesta esperada; mamá no vuelve. El niño aprende que, en determinadas circunstancias, llorar no sirve de nada, y poco a poco deja de hacerlo. Pero eso no significa que la separación ya no le afecte; las separaciones repetidas, recuerde, producen una angustia cada vez mayor, que no se manifestará mientras la madre está ausente, sino precisamente cuando la madre vuelve. Entonces las protestas del niño sí que tienen (por fortuna) la respuesta esperada.
Dicho de otro modo: el niño puede estar bastante tranquilo en la guardería, o con la abuela. Puede estar incluso, si tiene suficiente edad, contento y activo, jugando y riendo. Pero cuando vuelve a ver a su madre rompe a llorar, se le echa encima, se pega a sus faldas, grita, le exige brazos, se enfada con ella, le pega, vuelve a llorar… Lo que se suele llamar “ponerse muy pesado”.
Como de costumbre, algunas personas lo entienden todo al revés. Si en la guardería estuvo jugando, es que no le pasa nada. Y si, no pasándole nada, luego se pone a llorar, es que tiene cuento o hace teatro. Y si hace teatro precisamente con su madre es porque ésta se deja tomar el pelo y no sabe imponer disciplina, y él pretende hacer que se sienta mal, castigarla por haberse ido.
¿Qué debería hacer entonces el pobre niño para demostrar que sí que le pasa algo, que no es comedia? ¿Pasarse seis, ocho o diez horas seguidas llorando en la guardería? Por favor, nadie puede hacer eso, por grande que sea su dolor.
Imagínese que acude al funeral de un buen amigo. Seguro que pasa un rato muy triste, y en algún momento busca el contacto de un amigo común, se abrazan y lloran. Pero al cabo de unas horas estará tomando un café, tal vez con ese mismo amigo común, y hablarán de cosas sin importancia, y sonreirá, y esa misma noche cenará y verá la tele, y al día siguiente irá a trabajar como si nada, y nadie en el trabajo sabrá que viene usted de un funeral, y alguien contará un chiste, y usted se reirá. ¿Significa eso que no le pasa nada, que su dolor no era sincero, que sólo hacía comedia?
Pero no hace falta recurrir a ejemplos tan extremos, pues también la madre sufre cuando se separa de su hijo pequeño. ¿Acaso no se le partió el corazón cuando lo dejó por la mañana? ¿No ha pensado varias veces en él, qué hará, cómo estará, habrá llorado mucho? ¿No ha venido lo antes posible a recogerlo? Y, sin embargo, ¿no ha pasado la mañana trabajando normalmente, disimulando su dolor, hablando con la gente, sonriendo? Pues su hijo ha hecho lo mismo.
No es raro que el niño llore más a medida que va creciendo. A los 5 meses estaba tranquilo en la guardería, y tranquilo en casa. A los 14 meses llora cada mañana porque no quiere ir, y pasa las tardes de muy mal humor. Por un lado, como dijimos, la repetición de las separaciones aumenta la angustia. Pero, sobre todo, el niño de 5 meses no puede sentarse, no puede hablar, no puede gatear… sus posibilidades de expresar la angustia son menores, pero eso no significa que esté menos angustiado.
A veces, este cambio es relativamente brusco. Un niño que parecía bien adaptado a la guardería de pronto se resiste con uñas y dientes tras las vacaciones de Navidad o de verano. Creo que en estos casos influyen dos factores: por un lado, la relación con su madre ha mejorado mucho en esas semanas; ha sido tan feliz en su compañía que ahora la pérdida es más evidente. Por otro lado, los niños pequeños no comprenden muy bien eso de las vacaciones. Simplemente, se había acostumbrado a aceptar algo como inevitable, Mamá siempre se va a trabajar, y de pronto ve que no es inevitable. “Si la semana pasada se quedó conmigo, ¿por qué no puede quedarse también esta semana?”.

Con quién dejaré a mi hijo
Si la madre tiene que ausentarse, para ir a trabajar o simplemente para ir a comprar el pan, alguien tendrá que sustituirla (es muy peligroso dejar a un bebé o a un niño pequeño solo en una casa, aunque sea poco rato).
¿Qué características debería cumplir esa persona?
1.- Alguien que pueda dedicarle al niño tanto tiempo como le dedica la madre. Por supuesto que la madre no le dedica cada minuto de su tiempo: va al lavabo, habla por teléfono, prepara la comida… Pero cuando el bebé está despierto, pasa mucho rato mirándole a los ojos, diciéndole cosas, tocándole, cantándole… y también mucho rato saludándole desde lejos, diciéndole alguna cosa al pasar para mantener el contacto. Si el niño llora, la madre puede acudir en pocos minutos (a veces, en pocos segundos), y dejar cualquier otra cosa para tenerlo en brazos todo el tiempo que haga falta. La persona que la substituya, ¿tendrá tiempo material para hacer lo mismo?
2.- Alguien a quien el niño conozca. El padre es ideal, y la abuela (o el abuelo, que cada vez están más espabilados) u otros familiares también suelen serlo, si han tenido suficiente contacto previo con su hijo. Pero los niños no sienten “la llamada de la sangre”; si nunca ha visto a su abuela, es tan desconocida como cualquier otra persona.

7 comentarios:

  1. Preciosas reflexiones mami Milka. Me ha encantado sobre todo cuando dices que si a ti te cuesta separarte de ella ¿ Cómo se sentirá ella que ni siquiera sabe hablar ?. Creo que ese es uno de los pilares de la crianza, el saber empatizar con nuestros hijos
    Un beso preciosa

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  2. Yo he sufrido mucho pensando que estaba fomentando un vínculo demasiado dependiente entre mi hijo y yo. Él ha sido siempre muy apegado a mi, y sigue, seguimos, necesitándonos mucho. Ahora, con todo el bagaje y experiencia acumulados, me doy cuenta que ese vínculo, ese apego le ha hecho lo que él es hoy en día, un niño seguro de sí mismo, con una autoestima maravillosa, un niño feliz, querido. Ha costado llegar hasta aquí, pero ha merecido la pena. Mi hijo se separa de mi fácilmente, se queda en el colegio feliz, con sus abuelos, con sus tíos, con su padre. Sigue necesitándome m ucho, pero ya es distinto.

    Poco a poco me doy cuenta que mi hijo se hace mayor, y el espacio entre él y yo crece. Me siento orgullosa de él, pero ya noto que me falta algo,...., como somos las madres.

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  3. Ayyy como te entiendo, yo en mi entrada hablada de la angustia de mi hija pero la mia es comparable o superior a la de ella. Me he sentido muy identificada con lo que has escrito, además esta semana está siendo un poco dura para mi. Gracias Mami Milka. Yo creo que el vínculo que estamos creando con nuestras hijas es bueno, es fuerte y eso le hará sentirse más segura cuando tenga que enfrentarse a cosas. Muchos besos guapa

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  4. Te he llevado dentro nueve meses y ahora que has nacido y que ya no somos una sola persona, te veo, te toco, te beso y me parece extraño no sentirte en mis entrañas...
    Es maravilloso dar a luz una vida, y te parece que esa hermosa niña que has tenido no va a poder vivir sin ti, ni tu sin ella.
    Los primeros meses, practicamente hasta el año, es cuando más te cuesta separarte de ella. Si no tienes mas remedio que trabajar lo pasas fatal pensando donde estará mejor cuidada, pues como su madre nadie, pero si tienes una persona de confianza para que te sustituya (como por ejemplo una abuela) pues mejor; Pero aun y así se te hace un nudo en el estomago con solo pensar en dejarla y cuando por fín llega el dia de hacerlo, parece que te arrancan un trocito de tu cuerpo en la despedida.
    Por suerte para tus hijos, todas estas "angustias" van pasando o mejor dicho se van suavizando con el tiempo, y así consigues tener hijos maduros y autosuficientes. Pero para los padres no es facil, pues da igual la edad que tengan los hijos, las separaciones siempre duelen.
    Pero cuando tienes bebés, llega un momento, casi sin darte cuenta, que te vuelve a apetecer ir a un cine o bien a celebrar algo con tu pareja. Cuando ese momento llegue, cuando noteis que os podeis separar de Gala (no con total tranquilidad, pero si con la suficiente para ver la pelicula entera) recuerda que estaré encantada de ayudar. Y de disfrutar de mi querida nieta. Besos Mama

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  5. Mami Milka, que suerte tienes guapa. Qué grande el comentario Mamá!!

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  6. Mami milka ¿ cómo estás guapa ?

    Se te echa de menos

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  7. ¿Qué tal va todo? hace mucho que no das señales de vida!!

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